7.17.2009

VIRGILIO PIÑERA, el más grande de los poetas latinos

Publicado en VICTROLA (REVISTA DE LA INSISTENCIA)

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PASAJE SOBRE LAS ALTURAS

Señoras y señores. Entro en seguida en materia. Mi tema es la altura. Sin altura me sofoco. Lo de abajo me repugna, el sótano me da mareos, el subterráneo me apaga, la catacumba me simplifica. Yo quiero ser complicado, difícil, yo quiero elevarme. Pero los tiempos son difíciles. Cada día que pasa se pierde un metro de altura. La cultura, señoras y señores, es un problema de altura. Alta cultura en la altura y siempre ganando altura. Cómo exigir entonces de uno que descienda, que diga "perro" pudiendo decir "can", que escuche un tango si puede escuchar eternamente a Schömberg, ¡ah, eternamente! No. Hay que elevarse por encima de tales infantilismos, encaramarse sobre los hombros de Valéry y aspirar desde allí el tonificante oxígeno de sus alturas. Busquemos las cumbres del pensamiento, ¡oh, señores, las más altas cumbres! y edifiquemos en ellas nuestro nido de cóndores. Propongo, pues, que olvidándonos de nuestros bajos apetitos nos fortalezcamos más y más con las alturas de los altos.

¿Queréis algo más allá que escribir poemas parecidos a los poemas de Elliot, novelas con el estilo de Kafka, pintar con la mano de Picasso o componer un cuarteto con el pentagrama de Shostakovitch....?

¿Quién dijo miedo? Verdad, la altura sofoca al principio, pero pronto ella te adormece y ya no eres más tú, sino otro. ¿Quién vas a ser, amigo mío? Pues aquel que más te encante, que más te mezca, que más te arrulle. Serás el doble, el alter ego del dios que hayas escogido, y de ti se dirá: “Piensa, escribe, siente, se sienta como su dios...” Y cada día que pase serás más culto, más refinado, más sutil, más alto. Los pies y todo lo demás se te irá haciendo cabeza, y pronto te verás flotando en el éter bajo la forma de una enorme cabeza, lleno de altura. La tierra se habrá perdido de vista; ya no verás más sus casitas, sus animalitos ni sus... hombrecitos. Tú sólo verás éter, cantidades de éter, y otras tantas cabezas que como la tuya flotan, sabiamente, en el éter.

Os lo ruego, señoras y señores: olvidáos de vosotros mismos y anegáos en el dios del arte que más placer os procure. Conservad las instituciones, venerad a los maestros, descansáos en su infinita sabiduría. Hablad como ellos, vestid como ellos, ¡vestid como ellos!, moved la cabeza como ellos y os aseguro que no perderéis un milímetro de la preciosa altura. Sed altos, altos, cada vez más altos. Os prometo la altura eterna.

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