1.09.2008

LA METAMORFOSIS


Cuando David se despertó esa mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso signo de pregunta. Estaba tumbado sobre su espalda blanda y negruzca.

Era extraño abrir los ojos y sentir una inmensa joroba a cuestas. Vio una esfera, como una pelota de fútbol, en el lugar de sus dos pies. Su pecho ya no estaba. Sólo una cavidad donde el viento helado de la mañana se colaba sin respeto. Carecía de manos, pero su plasticidad le permitió, al menos, llegar al borde de la cama. Logró caer al piso. Se arrastró lentamente sobre su costado como una serpiente, hasta llegar a la pared, con cuya ayuda pudo erguirse y, luego, sostenerse en pie, apoyado en el marco de la ventana. Rebotando en la pelota que lo sostenía, llegó a colocarse frente al espejo.

Se miró. Tranquilo. Nada había cambiado. Seguía siendo él, David, de 16 años, con un aspecto más parecido a lo que tenía en su interior. El pus de su alma había salido, para cubrir finalmente su imagen. Sonrió. Toda su vida había sido eso: una concatenación de pensamientos inconducentes que formaban un gran razonamiento de eterna masticación, intragable. Un procesamiento de información, un escupir lo aprendido una y otra vez, hasta el cansancio. Un diálogo monótono consigo mismo, de inocentes preguntas coloridas y respuestas vacías, repetidas. Su único sostén era la remota posibilidad de conocer, algún día, el amor.
Se preguntaba si, al quedarse sin interrogantes, podría encontrar, en el silencio de la no pregunta, un bonito signo de apertura que le hiciera compañía.
¿?



1 comentario:

DESPEDIDA CUCHI CORI dijo...

de aca viene el 69 de tu nick?
No se si sera mi mente procaz pero siempre que veo un ¿? pienso en el 69 y ¿vos?